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chauen

La casa tradicional

Las primeras construcciones de las casas de Chauen se regían por la adaptación a las necesidades, de manera que crecían y se adaptaban al terreno, según fuera necesario. Esto se observa aún en la estructura de algunas casas del barrio de Souika. Pero en pocos años la forma de construir cambió, ya que la llegada de los andalusíes supuso la aparición de un nuevo criterio constructivo que repetirán durante siglos las casas de la ciudad, heredera de la casa andaluza.

Si consigue entrar en alguna de estas casas, disfrute de estos pequeños paraísos interiores que parecen tener vida propia. Es en estos lugares donde uno se rinde ante la grandeza de una arquitectura esencial y refinada a la vez. Para los occidentales, acostumbrados al hormigón, al cristal y a los espacios abiertos, estas casas son una invitación a la vida interior, al recogimiento y a la vuelta a esa esencia perdida. Soluciones arquitectónicas tan abrumadoramente básicas y ricas nos abren a un mundo fascinante que nos obliga a recordar las formas de vida tradicionales, los episodios de la historia de la ciudad o las vidas de sus ocupantes pasados. Pero igualmente fascinante es que estos auténticos monumentos están hoy día siendo vividos, como lo fueron hace siglos.

Una de las características de estas casas es que están estrechamente unidas unas a otras, imbricándose a veces entre ellas a distintas alturas, solapándose, montándose unas sobre otras. Actualmente son raras las casas separadas o aisladas, aunque en principio existían espacios entre ellas dedicados a huertas, jardines, etc. Echando un vistazo desde lo alto de la ciudad, las casas de la Medina parecen formar una sola unidad.

La casa, por lo general, es sobria y no demuestra grandes desarrollos decorativos. Hemos de pensar que la mayoría de la población se dedica a la agricultura o a la artesanía, y que Chauen es una ciudad santa, en la que los excesos no están bien vistos. Hoy en día, la mayoría de las grandes casas tradicionales están divididas o habitadas por más de una familia.

La estructura general de la casa coincide y se repite continuamente, con pequeñas variaciones. En la puerta suele haber un escalón para evitar que la lluvia entre en el interior. La puerta interior se abre sobre el recibidor o patio, que es el corazón de la casa (Douira); junto a él se encuentran los baños tradicionales, cerca de la fuente (Miäda), y en un rinconcito se colocaba un molinillo para moler las habas secas para cocer (el Baïssar). Entre las habitaciones y el patio existen unas pequeñas galerías cubiertas (Nbah). En los alrededores del recibidor solía haber unos soportes con la parte superior curvada, formando una bóveda de origen andaluz.

Los espacios anexos estaban formados por una habitación (Qouba), o dos fachadas que daban a otras habitaciones, una sala de estar y unas escaleras bajo las cuales se guardaba el carbón y la cal. Este rincón bajo la escalera podía tener una puerta o bien una simple cortina para ocultar los productos que había en su interior. Al otro lado, estaba la cocina (Kutchina) con su fogón de carbón (Mejmar), y algunas casas tenían pozos en su interior.

Subiendo las escaleras se llegaba a la segunda planta, que solía tener las mismas habitaciones (Ghourfa) y forma que la planta de abajo.

El tejado era de madera, y para su construcción se utilizaban vigas hechas de troncos o tablones, en lugar del hierro. La cubierta tenía forma triangular y estaba cubierta de ladrillos (karmoud). Sobre el tejado, existía una apertura (stara), con un muro de protección que evitaba que los niños cayeran desde arriba. También ahí se encontraba una pequeña cámara que servía para colgar las cebollas, los ajos y los pimientos rojos, y así protegerlos del moho.

La casa solía tener dos entradas: una principal y otra interior, con dos mecanismos de cierre: uno en el interior y otro en el exterior (zekroum, maäratt), lo que la hacía inexpugnable. Las ventanas son rectangulares o cuadradas, y suelen ser pequeñas. A lo largo de la historia, su tamaño ha ido aumentando, para dejar entrar el sol.

El trabajo de los artesanos en la construcción y de la creación artística del tejado y de las puertas se inspiraba en la belleza del arte andalusí, basado en formas geométricas o vegetales realizadas con colores naturales. El trabajo de la madera se caracterizaba principalmente por el arte del grabado, con el que se decoraban casas, mezquitas y Zaouïas. Conviene subrayar también la belleza de los arcos y las puertas. En ambos casos, se refleja el alto grado de refinamiento y calidad artística que existía en la ciudad.

Los hogares se iluminaban con velas, lámparas de aceite o gas. En las tiendas había piedras llamadas de Algraporo, una especie de piedra petrolífera que se ponía en un cuenco con agua, con un tubo que captaba el gas que dejaba escapar la piedra al ser calentada. En el fondo del cuenco se colocaba una pieza de bronce que tenía un agujero fijado al tubo abierto por donde salía el gas al hervir el agua. Si se le acercaba fuego a la pieza de bronce, ésta se encendía y emitía una luz cuya fuerza disminuía a medida que la piedra se iba gastando. Estas piedras se vendían en pequeños barriles en las tiendas. La luz producida era muy bonita, pero sólo alumbraba a pocos metro de donde se encontraba la persona al encenderla.

Las casas de la Medina están enlucidas (es una labor que desempeñan las mujeres cada año) con una capa azulada que sirve para ahuyentar a los insectos y, al mismo tiempo, garantizar una buena temperatura dentro de los edificios. No obstante esta coloración azul es una tradición que no tiene más de un siglo, ya que antes se utilizaba el blanco de la cal. Podrá apreciarse que las ventanas y puertas están pintadas al exterior con un cerco estrecho de pintura, que se realiza desde el interior, por lo que la anchura depende de la longitud del brazo de la mujer que pinta.

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