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Los maestros alarifes

Hasta hace no muchos años han trabajado en Chauen alarifes, mitad arquitectos, mitad albañiles, algunos de los cuales han mantenido la tradición familiar desde la llegada de sus antepasados desde Andalucía en el siglo XV o XVI. Son cinco siglos de actividad mantenida generación tras generación.

El conocimiento técnico constructivo y de diseño se pierde a la misma velocidad que crecen los edificios de técnica moderna. Ya solo queda un alarife capaz de construir el hamman tradicional, y lo mismo podría decirse del resto de gremios constructores. Uno de los pocos que siguen activos es Mohamed Tounsi Farahat, nacido en Chauen, donde ha vivido toda su vida.

Recogemos aquí, por su interés algunas de sus opiniones publicadas en una entrevista. Su pasión por la arquitectura se mezcla con la nostalgia: «Mi bisabuelo, de origen tunecino, trajo consigo el arte de la arquitectura tunecina. Cuando estaba de paso por la región, se instaló en la tribu de los Khmeiss, a cuarenta kilómetros de Chauen y le encargaron que construyera un mausoleo», cuenta Tounsi.

Para él, la ciudad de Chauen ha sufrido grandes trastornos urbanos. Cuando los refugiados procedentes de España llegaron, introdujeron las casas con forma rectangular, patios y tejados de teja. «Las casas en Chauen ya no eran el resultado de una construcción al azar, si no de una meditada reflexión y una sabiduría», explica Tounsi. «Empezamos a construir buenos tejados. Fue a partir de entonces cuando se desarrollo el arte de la carpintería».

Chauen ha estado durante mucho tiempo recluida en si misma, hasta la llegada de los españoles. Pero «¡Chauen ha crecido mucho durante los últimos treinta años!» Y precisamente estas últimas décadas son las que han cambiado completamente la configuración espacial y la arquitectura de la ciudad. Los edificios se construyen sin tener en cuenta el referente urbano y arquitectónico que supone la Medina. Por ejemplo, las tejas están desapareciendo poco a poco y apenas se encuentran ya patios. La casa de estilo andalusí es una excepción en la configuración de Chauen. En general, el modo de vida ha cambiado.

«Durante mucho tiempo, la casa ha sido la expresión de la actividad de los habitantes de Chauen, los cuales vivían principalmente de la agricultura y de los oficios artesanales como los tejidos y el trabajo del cuero, que se podían encontrar en cualquier casa. Las casas tenían un horno de leña donde cocían sus platos. El artesano disponía de una pequeña habitación para su trabajo, otra para los animales (…) y otra donde se almacenaban las vasijas de cerámica llenas de miel, aceite, mantequilla... No había terrazas. Existían los llamados nbahs, un espacio utilizado para secar la colada y que daba al patio. Los tejados daban a este mismo patio y al exterior», cuenta Tounsi, quien lamenta la llegada del frigorífico.

Este maestro, que empezó a trabajar en la construcción en 1956, no ve fácil la continuación de la tradición. «Para ello, le tienen que encargar este tipo de trabajos. Los extranjeros compran casas antiguas, y conservan la misma estructura, restaurando lo que se ha derrumbado».

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