La alfarería es un oficio que caracteriza más a la provincia que a la ciudad, ya que no se produce alfarería en Chauen. A pesar de ello, es uno de los centros de consumo y comercialización más importantes. La producción está destinada a un uso doméstico, para la decoración de los hogares y la venta a los turistas.
Como decimos, los dos grandes centros que producen la cerámica que se vende en las tiendas de la Medina se encuentran fuera de la ciudad. El primero está situado justo en el límite entre las provincias de Tetuán y Chauen. Lo conforma un conjunto de pueblos (Douars) de Fran Ali, a 4 km. del mercado semanal de Sebt Bni Said (el zoco del sábado). El segundo se encuentra en la comuna rural de Mokrisset en el Douar de Dhar cuyo mercado (souk) semanal es el martes. Esta es una de las producciones más características de la región, la cerámica llamada rifeña, producida exclusivamente por mujeres. Se trata de una cerámica modelada a mano que se cuece en hornos muy básicos, a veces un simple hoyo cubierto de matojos y ramas de madera, cuya tradición se puede rastrear al menos durante 4.000 años, pues se sigue elaborando con las mismas técnicas que se emplearon ya en la edad del Bronce.
En la elaboración de la cerámica se emplean elementos naturales recogidos del entorno inmediato, sin ninguna intervención química o industrial, siguiendo las técnicas tradicionales de fabricación. Se producen cazuelas (tangra), fuentes, tagines, y grandes contenedores a modo de orzas o tinajas.
Las mujeres suelen trabajar sentadas en el suelo, colocando el barro sobre un soporte plano llamado lwayah, formado por una mezcla de paja y de barro seco. Una vez modelados, los objetos se exponen al aire para secarse durante varias horas, tras lo cual son tratados con un instrumento llamado aoudi para alisar su superficie. Luego se le aplica una capa fina de barro rojo, como un engobe, y se vuelven a poner al sol para secarse de nuevo. Finalmente se colocan en un horno que las mujeres construyen con barro.
Estas técnicas milenarias se ven amenazadas por la implantación de sistemas modernos, como los hornos de gas o los tornos de alfarero. Por eso, es preciso preservar este patrimonio y un oficio propio del arte rural femenino de primer grado